IANA: LA LUZ DE MIS
ENTRAÑAS
Estaba sentada en un sillón del jardín, contemplaba el
atardecer en el horizonte y una suave brisa jugaba con los mechones sueltos de
su pelo y el chal de alegres colores que se había puesto sobre los hombros.
Era delicioso sentir la caricia del viento sobre la piel,
tibia por los últimos rayos de sol, pero nada comparable con la dicha que la
inundaba cuando escuchaba la risa juguetona y las voces joviales de sus nietos
acercándonos; nos retábamos para ver quien conseguiría sentarse esta vez en su
regazo.
Cada uno de nosotros sabíamos que sus manos, su aliento, su
voz y su sola presencia nos abrazaba, cualquiera que fuera el lugar que
ocupáramos en el circulo a su alrededor, pero había una magia aún más especial
junto a su pecho…era la alquimia del olor, el calor, la voz y el contacto de la
piel de nuestra abuela Cora.
De una forma que aún no sabíamos explicar pero que habíamos
experimentado cada día desde antes de nacer, la abuela Cora era el origen de la
luz especial que todas nuestras madres compartían e irradiaban, que en cada una de
ellas brillaba con un fulgor especial, y nos hacía sentir profundamente seguros
del amor que la Vida nos profesaba.
Después de besar, abrazar y recibir achuchones, los siete
nietos nos colocamos a los pies de la abuela y en esta ocasión fui yo, Eva, la
que recibí el regalo de su regazo. Para entonces también el resto de la familia
había llegado y se sentaron alrededor, ofreciendo más brazos y más regazos.
Sólo faltaba el abuelo que encendía varias velas y las hacía pasar al interior
del círculo. Finalmente se sentó frente a la abuela Cora y la luz de sus ojos
en el cruce de sus miradas hizo presagiar a todos otra velada mágica.
En varias ocasiones habíamos escuchado a la abuela hablar de
IANA. Había sido la protagonista de algunas de sus mejores historias, de aquellas
en las que nos hablaba de su conexión con el espíritu del bosque, con la magia del agua de los manantiales o
con el poder curativo de las flores, pero aquella noche nos había anticipado
que nos contaría cómo y cuando descubrió su nombre.
-Aunque IANA siempre ha estado en mí, no supe su nombre hasta
que estuve embarazada por segunda vez.- comenzó la abuela mirando a mi madre
Aurora.
-Hacía semanas que buscaba un nombre para tu madre, Eva- dijo
la abuela acariciando mi mejilla. - Sabía
que era una niña, pero nada claro venía a mi mente. Un día preparando y
colocando su ropita de recién nacida, dichosa y feliz por sentir su vida
creciendo en mi interior, resonó en mi cabeza con suma claridad la palabra IANA.
-IANA, repetí primero para mí misma y luego en voz alta para
comprobar su sonoridad, IANA. La fuerza del sonido que me llenó fue muy
poderosa, incluso inquietante, pero también me hizo sentir única, especial…
luego me pregunté: -¿Es este el nombre que quiere mi hija? ¿Qué es IANA, que
significa?...
Pasaron los días y no encontré nada que me dijera que
significaba IANA, o si era un nombre. Lo único que sentí con certeza era que me
gustaba, ¡me gustaba muchísimo! Esa palabra y esos sonidos eran míos más que de
mi hija, no eran su nombre, aunque ella había facilitado que llegasen a mí, o
así lo creí yo entonces.
La abuela continuó:
-Tiempo después, cuando el reposo y el silencio facilitaron
mi visión interna, comencé a percibir cada vez con mayor claridad que IANA es y
siempre ha sido la luz de mis entrañas, mi manantial de vida. A la vez agua,
porque crea, tierra, porque nutre, fuego, porque transforma, pero sobre todo IANA
es una luz inagotable expandiéndose constantemente en todas las manifestaciones
de mi energía creadora. Estar embarazada, gestando en mi vientre a Aurora,
había estrechado y multiplicado mi vínculo con IANA y su poder en acción,
haciéndome sentir una diosa. Desvelarme su nombre fue un regalo y como una
llave me ha permitido investigar y
comprender mi naturaleza y la del universo.
IANA acoge y da luz a todas mis creaciones. Mis hijas e hijos
han crecido en mi vientre bañados por su agua, alimentados en su tierra fértil,
al calor de su fuego. También lo han hecho mis sueños, ilusiones y proyectos
que dotados de su fuerza me han impulsado a la consecución de mi propósito de
vida: Servir a la Creación y Cuidarla.
La abuela respiró hondo y yo me acoplé al movimiento de su
vientre, después continuó:
-IANA es fuente de sabiduría y da origen a poderosos
sentimientos: fuerza, coraje, entrega, protección, cuidado, amor…
Recuerdo con claridad que mucho antes de conocer su nombre,
desde muy pequeña, he sentido su presencia en mí. Como cuando me sentía amada y
cuidada, entonces una oleada de calor ascendía por mi espalda hasta el pecho y
la nuca y de allí se expandía por toda la cabeza haciéndome flotar de
felicidad. Pero también IANA ha estado presente cada vez que he sentido dolor,
desdicha o cuando mi fuerza ha flaqueado, entonces ese mismo calor concentrado
intensamente en el fondo de mis entrañas me ha devuelto el valor perdido, ha
sido capaz de revivir mi esperanza y la fe en la Vida y en un futuro mejor.
Ese calor interno, ese fuego vital existe en cada ser vivo, desde
el más microscópico de todos a la más gigante estrella. Está en todos vosotros-
dijo envolviéndonos con su mirada, -porque
es la misma esencia de la Vida… Nada perdura sin ella, pues aporta el
equilibrio necesario en el orden natural de todas las cosas…-
La abuela siguió hablando, su voz era una caricia para mi
cuerpo y mi alma, me sentía liviana y profundamente relajada en su regazo. Mi
ser flotaba en un estado de felicidad completa y podía verme envuelta en esa
luz maravillosa de la que hablaba la abuela Cora….IANA, IANA….a mí también me
gustaba mucho…todos decían que la abuela contaba unas historias fascinantes
pero yo sabía que eran verdad.
En aquel estado de casi sueño, sin avisar, una gran conmoción
me sacudió por completo, una poderosa luz comenzó a concentrarse primero y
luego a brillar con fuerza en el fondo de mi vientre y entonces sentí por
primera vez, con plena consciencia, que la luz que me envolvía y hacía flotar
era mi propia luz.
-¡Eres IANA!- exclamé. -La luz de mis entrañas. ¡Soy hija de
mi abuela!
Convertida en un rayo de luz viajé a la velocidad de mi
naturaleza por el cielo estrellado,
recorriendo el universo como si fuera mi casa. Vi nacer estrellas y apagarse
soles muy ancianos, descubrí planetas azules, verdes, rojos y grises. En mi
regreso jugué con el polvo de los anillos de Saturno y pude dar un beso a la
luna, ¡todo era posible!
Cuando la Tierra se hizo perfectamente visible ante mí me detuve
para observar su belleza y mi amor por ella. Con total entrega me dejé atraer
hacia su centro, el peso que comencé a sentir era el precio de su cercanía. Al
llegar a la superficie me abandoné a su fuerza y atravesé su corteza y su manto
hasta llegar al núcleo incandescente: el sol de la tierra. Allí, mi luz se
volvió roja y ganó templanza y equilibrio.
Comprendí que si mi espíritu era luz, mi cuerpo era tierra y en su
fusión mi alma alcanzaba la plenitud.
Después solo tuve conciencia de que mi madre me acostaba y
cubría con infinita dulzura, que susurraba palabras amorosas en mis oídos, y
sin abrir los ojos también vi su luz irradiando por sus manos y su boca,
fusionándose con mi propia luz y mi propia voz….
Entonces una segunda conmoción volvió a sacudirme: todas las
mujeres, todas las madres y sus hijas, de todos los tiempos y lugares
fusionaban sus luces y también su voz y
sentadas en la espiral de la Vida, tejían el manto de amor que sostiene al
mundo igual que a un recién nacido.
Yo estaba entre ellas, era una más. Mi luz se transformó en
un hilo brillante que comencé a tejer entrelazándolo con otros en ese manto infinito
que mece al mundo, y mi voz se unió a las suyas en un canto de Vida y
esperanza, lo que me hizo sentir completamente a salvo e intensamente amada,
siendo así capaz de proteger y amar a todos los hijos de la Vida.
Aquella noche celebrábamos mi treceavo cumpleaños y la abuela
Cora y mi madre me colmaron con el mejor regalo posible....(continuará)
Dibujo pintado por Toya Castillo
Dibujo pintado por Toya Castillo
Podría haber sido la mañana siguiente, pero habían pasado
otros trece años y un nuevo día daba comienzo, lejos del lugar de mi infancia…
La ventana estaba abierta, la noche había sido cálida pero el amanecer había
traído una brisa fresca que inundaba la habitación. Me desperté y giré sobre la
espalda para acercarme a Gabriel y contemplar su hermoso rostro, una sonrisa me
iluminó la cara y no pude evitar reír
cuando nuestro bebé comenzó a hacerse
notar moviéndose en mi interior.
-Hola, buenos días también a ti. ¿Cómo estás amor mío?- hablé
interiormente con mi bebé. -Esta noche he
dormido estupendamente ¿y tú?... Papá parece no querer levantarse, podríamos
preparar nosotras el desayuno.
Estaba embarazada de seis meses y me encantaba dialogar
internamente con mi pequeña, aunque a
veces también lo hacía en voz alta, sobre todo cuando le cantaba o le contaba
las historias que había aprendido de mi madre y de mi abuela Cora…
-¡Feliz cumpleaños Eva!- susurró Gabriel en mi oído.
Me abrazó con ternura…y nos miramos a los ojos adentrándonos hasta el corazón y más allá, a lo profundo de
nuestras entrañas, donde reside el alma, y la fusión de nuestras luces a través
de nuestros ojos y nuestras manos, encendió un fuego sagrado que nos unió en lo
más íntimo, deleitando cada célula de nuestros cuerpos y todas las fibras de
nuestro ser.
La sensación de calidez y cercanía que me hacía flotar en los
brazos de Gabriel, me hizo evocar la misma sensación que trece años atrás sentí
en los brazos de mi abuela en aquel cumpleaños especial…
-Es lo que siento cuando me fusiono con las personas que amo,
entonces se produce magia y todo es posible y soy una con todo el
universo….esto es vivir aquí…- no pude evitar susurrar internamente a mi hija…
Durante el desayuno quise compartir con Gabriel mis
sentimientos:
-Me gustaría tener a todos aquí conmigo, con nosotros, al
menos para celebrar este día juntos- me sorprendió mi tono de voz nostálgico.
– ¿Qué te preocupa? ¿Algo te inquieta?- preguntó Gabriel.
Mi compañero me entendía bien, mi cumpleaños y el recuerdo de
las celebraciones con mi familia, me habían hecho añorar la presencia de los míos.
-Les echo de menos a todos… y me gustaría que mi madre y mi abuela
Cora estuvieran conmigo antes del nacimiento de nuestra hija- contesté. -Ellas
son fuertes, sabias y yo…sólo a veces, me siento insegura... ¿seré capaz de
parir y criar a nuestra pequeña?
-Eres hija de mujer, nieta de mujer, descendiente de
incontables mujeres que parieron y criaron antes que tú, sabrás hacerlo y en el
fondo lo sabes. Igual que yo confío en ti, tú también puedes hacerlo- dijo
Gabriel con ternura y de repente comenzó a reírse.
-¿Qué pasa? ¿Por qué te ríes ahora?-pregunté sorprendida.
-Es increíble Eva, las mujeres sois increíbles…tu madre y tu
abuela me avisaron de que este momento llegaría….tus dudas, tu nostalgia de su
compañía…y me dijeron lo que podríamos hacer….si quieres… ¿quieres?-propuso
juguetón.
-¿Qué, qué es lo que podemos hacer?- pregunté entre
sorprendida y aliviada.
-Vayamos al lago de la media luna y pasemos la noche en la Cueva
de la Madre- invitó Gabriel.
Mi amplia sonrisa y la mirada llena de agradecimiento que le
regalé fueron suficiente respuesta.
Horas más tarde caminábamos por el conocido sendero que nos
llevaría hasta el lago. El desnivel era suave, recorrimos el valle en su
longitud siguiendo el curso del río, disfrutando del canto de los pájaros y
rodeados por la majestuosa presencia de hayas, robles y arces. Las flores entre la hierba ofrecían un
espectáculo de formas y colores fabuloso, las abejas, incansables, volaban de
una a otra y grupos de mariposas azules y amarillas revoloteaban por doquier.
Entonces sonreí al recordar las palabras de la abuela:
-“Cerca de las
mariposas viven las hadas. Sed silenciosos y prestad atención, si perciben
vuestro respeto e interés os regalarán algún momento inolvidable…”
Me llevé el dedo a los labios y Gabriel asintió sonriendo.
Seguimos andando en silencio, dejando el río atrás y adentrándonos en el bosque.
Cuando estábamos llegando al claro que dejaría paso al lago
de la media luna, divisamos a lo lejos, en la otra orilla, a una cierva que se
acercaba al agua. Después de mover varias veces la cabeza a los lados y de oler
el ambiente, volvió la cabeza hacia atrás y movió la cola con rapidez antes de
inclinarse para beber. Nos habíamos quedado muy quietos y observábamos
expectantes…entonces un cervatillo salió de entre los árboles cercanos y se
aproximo a la cierva, también acercó su morro al agua pero enseguida busco
entre las patas traseras de su madre y se puso a mamar. La cierva volvió a
levantar la cabeza, atenta a cualquier sonido u olor extraño…después pareció
relajarse porque comenzó a lamer a su cría con esmero. El canto de un cuco
rompió ese momento íntimo y la cierva y su cría volvieron a adentrarse en el
bosque.
Nos miramos y sonreímos como niños, de la mano continuamos el
camino a lo largo de la orilla del lago hasta comenzar el pequeño ascenso a la
cueva de la madre, que ya se divisaba en un saliente del sendero.
Una amplia terraza natural daba la bienvenida ante la entrada
de la cueva y permitía contemplar el lago y los bosques a su alrededor.
Un lobo aulló en la lejanía, una, dos, tres veces, después
recibió respuesta, otro aullido profundo y prolongado surgió de un lugar mucho
más cercano…entonces la vimos, era una loba negra y dorada, estaba sentada
sobre sus patas traseras en otro saliente de la pared de la montaña al este.
Los últimos rayos de sol hacían brillar su pelaje majestuoso. Aulló de nuevo,
una, dos, tres veces…y recibió respuesta. La loba permaneció en silencio,
quieta y atenta hasta ver aparecer a su compañero de pelaje grisáceo, se
acercaba con lo que parecía un conejo o una liebre entre sus dientes y dejó la
pieza ante ella. La loba pasó su cabeza
por debajo del cuello del macho en señal de reconocimiento, cogió la presa y
tumbándose sobre su tripa comenzó a comérsela. El lobo gris se acercó a una
grieta de la pared de piedra y emitió varios sonidos agudos y entrecortados,
pocos instantes después aparecieron cuatro preciosos lobeznos gimiendo de placer. Comenzaron a jugar con su
padre, queriéndose colgar de su costado y provocándole con sus patitas, el
macho respondía a sus intentos de lucha cogiéndolos entre sus dientes y
haciéndoles rodar bajo sus patas. El juego duró hasta que la madre loba terminó
de comer, inmediatamente los cuatro lobeznos corrieron a su lado, la loba se tumbó
y amamantó a sus cachorros mientras el macho permaneció cerca en alerta.
No teníamos noción del tiempo que estuvimos contemplando a la
familia de lobos pero el sol se ocultaba ya en el horizonte, estábamos hambrientos
y Gabriel se encargó de preparar la cena.
Me senté sobre una piedra y permanecí en silencio, cerré los ojos
para sentir intensamente el agradecimiento por la vida que latía poderosa,
fuera y dentro de mí. Las escenas de la cierva y la loba con sus familias me
habían hecho comprender que la capacidad de cuidar y proteger es intrínseca a la
vida, pero era necesario mantenerme fiel a mi naturaleza.
Contemplé el lago y el bosque circundante en el atardecer, su
juego de luces y sombras era precioso. Respiré profundamente disfrutando del
olor a boj y madreselva. Entonces la brisa me trajo en un ligero susurro los
sonidos de mi infancia… risas, cantos y al fondo la voz inconfundible de mi
abuela…repetía algo una y otra vez…Concentré más mi atención y de forma
instintiva, como mi madre me había
enseñado, me focalicé en el fondo de mi vientre, en mi útero vivo y palpitante,
casi al instante escuché con nitidez el mensaje que el viento me traía: -“IANA,
IANA, IANA, la luz de mis entrañas…fuego, agua y tierra a la vez. IANA, IANA,
IANA, sabiduría eterna…bendice a mi nieta otra vez”
Abrí los ojos y pregunté a Gabriel que estaba a mis pies, -¿Has
escuchado al viento?
-Sí, he escuchado al viento y te he oído susurrar a ti, varias
veces, “IANA” y por eso he sabido que el espíritu de tu abuela está con
nosotros, como me prometió.
Permanecimos otro rato callados y abrazados, dejándonos
embriagar por la intensidad del momento.
Después, sentados junto al fuego, preparamos una infusión con
las hojas y flores que había recogido en el bosque. Había refrescado bastante y
era agradable el calor de la taza entre las manos.
El cielo estrellado resplandecía inconmensurable, la luna
llena aún no había hecho aparición lo que permitía contemplarlo en todo su
esplendor siendo casi imposible resistirse a su atracción, pero en esta ocasión
sentía la necesidad de tierra y la cueva era el lugar donde quería descansar.
Dentro de los sacos de dormir, cogidos de la mano, mirábamos
al techo y las paredes de la cueva. Los símbolos pintados en ella: círculos,
espirales, series de líneas, óvalos, invitaban a la reflexión. Permanecimos
observándolos hasta que la luz de las llamas fue demasiado tenue para
distinguirlos, poco después nos dormimos en un profundo sueño que sin embargo no nos
impidió seguir intentando descifrar su significado…
La luna apareció en el firmamento y cuando su luz misteriosa
penetró en la cueva, iluminó los símbolos y pareció dotarles de vida, entonces comenzaron
a ordenarse en un patrón de geometría perfecta que abrió un portal en la pared
del fondo de la cueva.
El olor a tierra fresca y musgo inundó el espacio,
precediendo la aparición de una hermosa mujer madura. Su cabello era largo y
ondulado, rojizo como las hojas del castaño en otoño, enmarcaban su rostro
mechones plateados como la luz de la luna, su piel se arrugaba levemente en el
contorno de los ojos que eran dorados con puntitos de luz verdes, en su cara
pude reconocer a mi madre y a mi abuela, en realidad a todas las mujeres del
mundo, tal era su belleza… Se presentó diciendo:
- Soy la señora del bosque, protejo la vida que lo habita y
sirvo a la madre tierra, bienvenidos a mi cueva... (continuará)
La señora del bosque se inclinó, tocó nuestras cabezas con
dulzura y enlazó sus manos con las nuestras diciendo:
- Queridos Eva y Gabriel
he sentido la alegría y el gozo de vuestro corazón por haber recibido el
regalo de la Vida y también vuestras dudas e inquietudes. Sabed que vuestro
viaje y el esfuerzo por llegar hasta aquí darán sus frutos.
Es hermoso ver que vuestro deseo de convertiros en madre y
padre nació cuando comprobasteis la profundidad del amor que os une y comprendisteis la grandeza de fusionar
vuestras vidas y vuestra luz en este proyecto común.
Es lo que sucedió en la concepción de vuestra hija: le
abristeis la puerta de este mundo, ofreciendo tierra fértil, agua y semillas,
el fuego de vuestras luces prendió con fuerza en su alma que se sintió acogida,
agradecida y amada. La Gestación es un
periodo de transición: mientras el cuerpo de vuestra hija crece en tu interior,
su ser se prepara para el retorno y vosotros compartís, gracias a ella, la
facilidad de viajar entre mundos y a vuestro interior. Es lo que estamos
haciendo ahora. Además Eva, como hija de
la Tierra y portadora de vida, tienes la oportunidad de sentirse diosa, creadora, transmisora de
Vida. Aprovecha cada momento para adorarte!!!
En el parto volverás a abrir la puerta de este mundo, pero esta
vez estarás a solas con tu bebé, con tu cuerpo y contigo misma. No temas la
llegada del dolor ni te resistas, entrega tu voluntad al cuerpo sabio y confía
una vez más en su poder. Mientras tu útero se abra y tu hija se prepare para
acceder al canal del parto para después atravesarlo y salir a la luz del mundo,
tú podrás acompañarla recorriendo tu propio camino iniciático.
Se abrirá la entrada a zonas de tu mundo interior que te
darán una profunda visión de ti misma, serás capaz de acceder a recuerdos y
sentimientos perfectamente guardados, escondidos en lo profundo de tu
subconsciente porque no los has comprendido todavía o te han hecho sufrir en el
pasado, pero necesitan ser honrados y liberados para quedar en paz. Podrás
sentir que tú también recorres un sendero estrecho por el que es necesario
avanzar con valentía y respeto. A veces querrás dejarte caer y abandonar el
camino: la queja, el cansancio, la sensación de falta de control, incluso el
pánico, aparecerán como alternativas tentadoras. Se fuerte y vuelve a confiar
en el poder de tu cuerpo y el impulso de tu alma para continuar adelante.
Cuando tu vagina arda completamente abierta y llena de tu
hija, con absoluta determinación atraviesa el círculo de fuego que verás
internamente, su poder te transformará para siempre y llegarás a la cima más ansiada: con tus
propias manos sujetarás a tu hija y la llevarás a tu pecho. Tu cuerpo quedará
tranquilo con el bebé en sus brazos y tu alma fusionada con la luz más pura
descansará en el éxtasis completo. Nada es comparable a esta experiencia Eva.
Parir en libertad es una gran oportunidad de sanar heridas,
de crecer, de dar a luz no sólo a tu hija sino también a la mujer-madre plena y
poderosa en que puedes convertirte.
Durante un tiempo quedamos en silencio, envueltos por el eco
de las palabras de la señora que se repetían en nuestro interior y parecían
brillar y anclarse en cada célula de nuestro ser.
-Venid, acompañadme a la entrada de la cueva, el cielo
también os ofrece un regalo- animó la señora.
Entonces alzó su vista a la luna llena y al sendero cuajado
de estrellas que surcaba el cielo de la noche. Se quitó su manto bordado con
flores y lo lanzó al firmamento como una ofrenda. Los pétalos de todas las
flores formaron un puente de luz que unió tierra y cielo. Algunas estrellas
parecían acercarse y tomaron la forma de mujeres-madres, hermanas-estrellas,
venían a compartir con nosotros su experiencia y su luz.
Una de las mujeres tomó mi mano e invitó a que todos las juntáramos. Una vez cerrado el círculo dijo:
- Ahora os
contaremos qué es parir para nosotras. -
PARIR es mecerse en el regazo de la vida…-dijo la primera, y una a una
continuaron: -Parir es abrir la puerta del mundo y abrir tu mundo a la luz de
la vida…., Parir es gemir, gritar y también cantar, es vibrar en plenitud…., es querer
refugio y seguridad y encontrarlo en los brazos de tu amado y en la mirada de
tus hermanas ….., es querer respeto y respetar tus tiempos…, parir es llamar,
esperar a tu hija y recibir la mayor de las dichas …, parir es SENTIR
INTENSAMENTE…, parir es atravesar el fuego que transformará tu ser y nacer con
tu bebé a una nueva vida!!!!”
Después de estas palabras, una a una, las hermanas estrellas
me entregaron una cuenta de collar, acompañada de un deseo que una a una expresaron así:
-Para que sepas y sientas que me mezco contigo…, para que sepas
y sientas que muchas hemos abierto la puerta de este mundo a nuestros hijos y
nos ha inundado la luz…, para que sepas y sientas que gimo, grito, canto y
vibro contigo…, para que sepas y sientas que tienes refugio y seguridad…, para
que sepas y sientas que eres respetada… ,para que sepas y sientas que llamo a
tu hija y la espero…, para que sepas y sientas que SIENTO INTENSAMENTE
contigo…, para que sepas y sientas que me quemo contigo y renazco transformada
como madre con mi hija, igual que tú lo harás!!!
Al unísono cantaron: -Ese día y esa noche brillaremos con más
fuerza en el cielo por tí…-
Con todas las cuentas, las hermanas-estrellas formaron un
hermoso collar, que guardamos como un tesoro para llevar el día del parto, tener presente todo
lo que habíamos aprendido y sentirnos de
nuevo uno con toda la fuerza y el poder de las hermanas estrellas y de la Gran
Madre de todos.
Pintado por Toya Castillo
La primera de las mujeres volvió a hablar:
-Y ahora, Eva y Gabriel, vamos a contaros qué es Amamantar
para nosotras. AMAMANTAR es continuar
abriéndote a tu hija y a tu mundo interior… y continuaron las demás: -
Amamantar es empaparse de lágrimas y de leche, tal es el caudal de vida que a
tu cuerpo emerge…, es fusión completa: la luz de tu leche hecha carne en el
cuerpo de hija…., Amamantar es entregarte a tu bebé como no te has entregado a
nadie antes…., es sentir el poder para calmar a tu hija y protegerla a través
del contacto de tu piel con la suya…,
abrazándola, sosteniéndola, deseando profundamente que te abracen y te
sostengan,…. es sentirte vulnerable en la desconfianza y el miedo, pero también
poderosa cuando tus raíces penetran en la tierra…., es volverte loca por momentos cuando el
desorden te invade y sentirte sabia en el corazón al recuperar la paz….., amamantar
es enamorarte perdidamente de tu bebé!!!”
Nada quedaba por decir, la sensación de plenitud era tal que
el universo en su inmensidad parecía un hogar pequeño. Todas las mujeres
estrellas me besaron y acercándose a Gabriel cogieron sus manos y las llevaron
primero a su vientre, luego a su corazón y por último a su cabeza en símbolo
del equilibrio necesario para sustentar y proteger la vida. Como estrellas
fugaces volvieron a su lugar en el firmamento. La Señora del bosque recogió su
manto del cielo con el que cubrió nuestros cuerpos que dormían en la cueva, nos
miró con infinita ternura y caminó hacia el fondo de la cueva hasta atravesar
el portal en la roca, que desapareció al instante.
La noche fue dejando paso, poco a poco, a la claridad del
nuevo día, las estrellas se fueron retirando del firmamento, pero una en
particular parecía permanecer a media altura sobre el horizonte, parpadeaba con inquietud, como deseosa de
entregar un último mensaje…. Uno de los primeros rayos del sol pareció tocarla
y a gran velocidad la impulsó hasta la entrada de la cueva, se quedó allí un
instante flotando y contemplándonos dormidos a sus pies… Entonces, avanzó lentamente
y se acercó más a mí, suavemente se fundió en mi pecho y llenó mi corazón con
palabras cantarinas: -“Mami, solo tienes que Relajarte, Acompañarme, Respetarme…”
Abrí los ojos, mi corazón latía con fuerza, me sentía
inmensamente dichosa, y necesitaba recordar algo….algo importante…. Volví a
cerrar los ojos rebosantes de lágrimas, busqué en mi interior y sentí fuego en
mi vientre y en mi corazón alegría desbordante, y luz y calor…. Y entonces escuché una vez más la voz infantil de
una estrella: -“Mami, sólo tienes que relajarte, acompañarme, respetarme”. -Relajarme,
acompañarte, respetarte- repetí varias veces. La certeza de que éste era un
mensaje de mi hija me inundó por completo y me sentí tremendamente afortunada y
profundamente agradecida.
Deje que esa sensación me colmara y entonces recordé también
el camino blanco del cielo, cuajado de estrellas brillantes que tejían con
maestría el manto que acuna la vida y cantaban historias de amor llenas de luz…
y recordé a la Señora, la mujer más hermosa que había conocido, encarnación de
la sabiduría de todas las mujeres, de todas las madres del mundo y de la propia
madre tierra y la amé con veneración.
Observé a mi compañero y una vez más me maravilló la
profundidad de los sentimientos que despertaba en mí, lo había elegido por su
amabilidad hacia todos los seres, su carisma y buen humor, pero sobre todo por
la fortaleza de su alma. Nunca se había sentido más que yo pero tampoco menos.
Nos equilibrábamos mutuamente y juntos nuestras luces eran más brillantes.
Agradecí ser hija de mi madre y de mi abuela y la sabiduría
de mi linaje me pareció el mejor de los legados…
Llevé las manos a mi vientre vivo y acaricié en mi piel el
cuerpo de mi hija dormido. Sentí una luz dentro de mi propia luz y alcé la voz en
un canto mágico y sagrado que surgió de lo más profundo de mí:
-IANA, IANA, IANA, luz de mis entrañas, fuego, agua y tierra
a la vez…IANA, IANA, IANA bendice a mi hija, hija de tu luz y del amor de su
padre, fruto deseado. IANA, IANA, IANA, dame
fuerza y valor para acompañarla
en el sendero que nos aguarda, alimenta el amor que vincula nuestras almas y la
comprensión del tiempo de su libertad. IANA, IANA, IANA, luz de mis entrañas,
fuego, agua y tierra a la vez -
Estíbaliz Sáez de Vicuña Sáez, agosto del 2015.